4/10/14

Al final, te das cuenta

Tienes tres hijos, perfectos, te hacen feliz, el tercero todavía es pequeño con lo que estás de baja/permiso/lactancia. Tu outfit del día a día es cómodo. Necesita serlo, rápido de poner y quitar, porque te pasas el día con las tetas al aire. Poco a poco vas recuperando tu figura, haces deporte, cuidas la alimentación. El espejo te sonríe un poquito más y hasta te atreves con mayas. Empiezas a tener ganas de arreglarte un poco más, pero poco, tampoco nos pasemos. De todas formas da igual porque nunca tienes tiempo de hacerlo, pero ya lo piensas. 
Te invitan a una boda y no tienes ropa, por supuesto. Bueno, como has perdido ya tanto peso, algo encontrarás que te quede bien. 

Y ahí es cuando te das cuenta. En el cruel mundo de maniquíes de plástico y tallas minúsculas. Te das cuenta de que no hay combinación posible entre un vestido de fiesta y esa tripa colgandera que se te ha quedado. Intentas solucionarlo con una braga faja, pero que va, se te marcan en las hermosas cartucheras que adornan a tu pandero. Lo peor de todo es que no te has dado cuenta tú, te lo ha hecho ver la dependienta, que te da los trucos para ocultar esa "tripilla", que a ti no te parecía tan grande hacia cinco minutos. Incluso te recomienda la bragafaja.
Cuando sales de la tienda, ni tus hijos son tan perfectos, ni tú estás de tan buen humor. Ni te quedan ganas de fiesta!

Ésta no serás tú, pero sí soy yo. Que tengo una imagen distorsiomada de mi misma y es que, cuando me miro al espejo me veo bien. Luego me veo con los ojos de otros y me enfado. 

Y encima me he llevado un vestido que no quiero.

27/9/14

De Eloísa hasta los andares

(Entrada inspirada en un post de Cosas que (me) pasan)
De Eloísa hasta los andares. 
Me gustan tus grandes ojos verdes, enmarcados en unas larguísimas pestañas negras. Me gusta tu risa gangosa, cuando no puedes parar de reír. Me gustan tus dedos índice y corazón tocando un hilacho de tu mantita rota, la de verdad. Me gusta cuando me hablas sin parar, como si supieras todas las cosas del mundo. Me gusta como cuando bebes agua, subes las cejas. No me gusta cuando lloras, o cuando pegas a tu hermano. Me gusta lo pequeñas que tienes tus manos o tus pies. Me gusta que seas pequeña. Me gusta tu dulce tono de voz. En el fondo, te soy sincera, me gusta cuando te escabulles a mi cama por las noches, sobre todo en invierno. Me gusta que me digas "no me veas mamá" porque crees que has hecho algo malo y te vuelves invisible. No me gusta que te pongas tímida, todo el mundo debería poder ver lo grande que eres. Me gusta tu independencia y tu carácter. Me gusta cuando se te acaban los besos, porque haces tus besos los más preciados del mundo. Me gusta tu nombre, Eloísa. Me gusta cuando comes cuando tienes ganas. Me gusta cuando comes lo justo, porque no te gusta la comida. Me gusta cuando te disfrazas y vas con tutú al colegio. Me gustas tú.
Feliz cumpleaños Eloísa.

15/9/14

El lado oscuro de la fuerza

He visto por ahí que hay una cadena de bloggers publicando los trapos sucios de sus hijos y la verdad, siempre es un desahogo criticar a los tuyos... Desde el cariño, por supuesto.
Allá vamos.
Si habéis visto La guerra de las galaxias, sabréis a lo que me refiero, y es que la fuerza está muy presente en mis niños. Pero claro, la fuerza tiene un lado oscuro y todo gran poder conlleva una gran responsabilidad y mis hijos tienen 5 y 4 años, con lo que a veces se les va de las manos el asunto. Tengo otro hijo, Leo, de tres meses y medio, pero todavía no ha desarrollado la fuerza debidamente.
EDUARDO
Eduardo es el mayor de tres hermanos. Tiene un corazón que no le cabe en el pecho, una sonrisa que te tira de espaldas, una risa contagiosa sincera y ruidosa. Es muy fuerte, cariñoso y con una gran personalidad.
Eduardo adora la televisión. Las pantallas en general. Es insoportablemente incansable cuando de la caja tonta se trata.
Eduardo no para un instante. Incluso cuando está viendo televisión está dando botes en el sofá. No creas que por encender la tv vas a tener un rato de tranquilidad en mi casa, porque si estás a su lado te acabarás llevando un golpe.
Eduardo es un niño. No me refiero a la edad, sino al sexo. Y se descubrió a sí mismo a los tres años. Se descubría a si mismo por doquier, en público, sin ningún pudor, por supuesto, como le correspondía por edad. Por fin lo hemos ido acotando a casa, aunque el concepto “en privado" todavía no lo pilla el tío.

ELOÍSA
Eloísa es la de en medio. Es melosa como ella sola. Tiene unos ojos para perderse en ellos. Eloísa es muy creativa e imaginativa, me pasaría horas mirando como juega con los playmobil.
Eloísa se chupa el dedo para dormir y lleva un trozo de mantita. La mantita de Eloísa está rota, no poco, raída, llena de agujeros. Tiene un hilacho suelto, con el que acostumbraba a hacerse cosquillas por la cara. Ahora se lo mete por la nariz. El hilacho en cuestión está negro.
Eloísa es como los perros pequeños, que son muy monos pero tienen muy mala leche. Supongo que se le pasará. Eloísa pega cuando no sabe como expresar su enfado. 
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Estoy pensando que no hay para tanto. Por más que me estrujo la sesera no se me ocurre nada malo de ellos.

Yo creo que poco a poco, los padres, como Atreyu, estamos ganando la batalla a la nada.

25/8/14

El recargo de equivalencia y otras tontás

El recargo de equivalencia es el pago que se hace a las arcas públicas por estafarlas en otras rúbricas. Me explico.

Un individuo minorista que vende al por menor está obligado a pagar, además del IVA de sus compras, un 5,2% más (si esas compras están sujetas al tipo máximo del 21%). A cambio no tienes que hacer declaraciones de IVA.

Vamos, yo de aquí leo lo siguiente: señores, como sé que me vais a engañar todos con las declaraciones de IVA y no tengo medios para controlaros, pues pagáis todos y a correr.
Así de extendido está el fraude en España, que hasta se legisla teniéndolo en cuenta, en vez de legislar y controlar para erradicarlo. Más inspectores de hacienda es lo que hace falta.

Otro ejemplo de estas tontás españolas, es la prestación única por desempleo.
Te quedas en paro y quieres emprender una actividad económica por tu cuenta, ofrecer un servicio de cualquier clase. Para ello necesitas un teléfono y tus conocimientos. Bien, pues vas y solicitas la prestación única por desempleo, porque oye, aunque te pongas a trabajar de inmediato, pueden pasar unos meses hasta que consigas un salario decente.... Vas y la cascas, porque sólo te dan la prestación única si vas a invertir el dinero en un inmovilizado (véase maquinaria o algo por el estilo). Pero oiga, ¿de qué vivo yo al principio? De aire, no sea que me vaya estafar.
El resultado es el siguiente: no me doy de alta como autónomo hasta que no tenga una facturación más o menos estable y suficiente, y esto en el mejor de los casos.
¿No habrá una fórmula mejor? Se me ocurre alguna, como darla por tramos, obligando a darse de alta y presentando facturas mensualmente, de manera que se complementen tus escasos ingresos iniciales con la prestación para la que has estado pagando durante toda tu trayectoria de trabajo por cuenta ajena.

Pero es normal, si piensas que los que mas estafan son aquellos en los que confiamos nuestro país... Cree el ladrón que son todos de su condición.

Seguro que existen un montón más de tontás en nuestra legislación que ahora no se me ocurren, ¿a vosotros sí?

De Eloísa hasta los andares

(Entrada inspirada en un post de Cosas que (me) pasan)
De Eloísa hasta los andares.
Me gustan tus grandes ojos verdes, enmarcados en unas larguísimas pestañas negras. Me gusta tu risa gangosa, cuando no puedes parar de reír. Me gustan tus dedos índice y anular tocando un hilacho de tu mantita rota. Me gusta cuando me hablas sin parar, como si supieras todas las cosas del mundo. Me gusta como cuando bebes agua, subes las cejas. No me gusta cuando lloras, o cuando pegas a tu hermano. Me gusta lo pequeñas que tienes tus manos o tus pies. Me gusta que seas pequeña. Me gusta tu dulce tono de voz. En el fondo, te soy sincera, me gusta cuando te escabulles a mi cama por las noches, sobre todo en invierno. Me gusta que me digas "no me veas mamá" porque crees que has hecho algo malo y te vuelves invisible. No me gusta que te pongas tímida, todo el mundo debería poder ver lo grande que eres. Me gusta tu independencia y tu carácter. Me gusta cuando se te acaban los besos, porque haces tus besos los más preciados del mundo. Me gusta tu nombre. Me gusta cuando comes cuando tienes ganas. Me gusta cuando comes lo justo, porque no te gusta la comida. Me gusta cuando te disfrazas y vas con tutú al colegio. Me gustas tú.
Feliz cumpleaños Eloísa.

23/8/14

Crónica de un parto que se iba a adelantar


Agosto de 2013. El calor, las vacaciones, la cervecita. Nos quedamos embarazados de nuestro tercer hijo. 
Al principio fue un poco chocante. No es que no supieramos qué iba a pasar, pero un tercer hijo requiere un período de adaptación. En seguida nos hicimos a la idea, yo tuve la suerte de ser ascendida practicamente a la vez de que me quedara embarazada, así que doble alegría. 
Mi nuevo puesto me exigió esforzarme mucho, sudor y lágrimas es poco. Pero feliz, porque estaba aprendiendo, compartía oficina con compañeros geniales, un jefe estupendo... Vamos, que no me podía quejar. Al rededor de la semana 28 de embarazo empezó a superarme un poco la situación. Y es que, el embarazo no te impide trabajar, pero las hormonas te las altera, y en mi caso, bastante. Empecé a tener más contracciones de las consideradas normales y una visita a la Arrixaca terminó por acojonarme. Las noches eran muy malas, muchas contracciones sumadas al estrés de la oficina, hacía que me desvelara casi a diario, preocupada por cosas de la oficina y por cómo todo esto afectaba a mi hijo. Finalmente mi matrón me recomendó que pidiera la baja y así lo hice en marzo.
Todo este cúmulo de circunstancias, unido a que mi hija se había adelantado tres semanas a su fecha prevista de parto, me convencieron de que este niño iba a venir antes de tiempo. En la semana 36 de embarazo, yo ya tenía preparado todo para salir pitando al hospital, estaba lista, incluso me daba miedo la idea de ponerme de parto estando sola, porque claro, el marido estaba en la oficina...
Pasaban los días, nada especial en mi cuerpo, sólo que cada vez me pesaba más la vida y me desesperaba un poquito más. 
Semana 37, 38, yo ya había limpiando armarios, paredes, donado ropa... Pero oye, que a parte de las contracciones de siempre, nada.
Semana 39, un par de veces me creo que ya ha empezado el asunto. Pero NADA.
SEMANA 40 (23 de mayo). AAAAAAAARJ! Mi mala uva no tiene límites, todo el mundo me cae mal. No me avergüenza decir que lloré.
24 de mayo. Sábado. Me voy a andar, a ver si se me cae el hijo. Recibo un whatsapp de un compañero de la oficina. Su mujer, que estaba de un par de semanas menos que yo, está de parto. Enhorabuena, jiji, jaja. ¿Por qué a mi? Por la noche el Madrid gana su décima no se qué. Me voy a la cama, otro día más sin hijo. 
A la una de la madrugada, ya 25 de mayo, día de las elecciones europeas, día del orgullo friki, me despiertan las contracciones. Como ya me había pasado otras veces, espero, un poco, porque a la una y media aquello parecía claro. Llamo a casa de mi madre, NO ME LO COGEN. Flipo. Sigo llamando hasta que se despiertan y en veinte minutos ya están en casa. Ya no sé qué hora era, pero debían ser las 02:10 o así. Cuando llegamos a la arrixaca, hay como 5 tías en urgencias, con una cara de tranquilidad y sueño que me cago en la leche. ¿Por qué cuando voy a urgencias de maternal soy la única que sufre? En fin, que mandan a casa a unas cuantas y ya me atienden.
Es más que evidente que estoy de parto, así que me ponen guapa con el camisón reglamentario y a esperar. Como veo que tengo dolores insufribles les digo a todos que quiero la epidural, no se les vaya a escapar. Lo cierto es que fueron muy rápidos, pero para cuando vino el anestesista yo ya gritaba como si no hubiera un mañana. "Si no te estás quieta lo voy a tener que poner más veces", me decía el señor, con una parsimonia que resulta de lo más crispante en esa situación. Sigo gritando... Oigo a una matrona decirme si tengo ganas de empujar, pero no. Contesta que estos gritos son de part... ZAS rompo aguas. Vaya tela... Túmbate aquí mismo, que vas a parir.
Y allí, agarrada a la mano del anestesista nació Leo, a las 4:30 de la madrugada, en un cuartucho de la Arrixaca. Pin pan fuera.,

9/3/14

El tabaco

Yo empecé a fumar muy pronto, el primer cigarro tuvo que ser a los doce años (🐏). Como todos, fue una tontería entre chiquillos. Una amiga de verano había robado unos pitillos a su madre y cuando nos dejaron solas, lo probamos. Vaya cosa más asquerosa. Picaba, dejaba mal sabor de boca, pero molaba. Era de mayores. Me iba hacer enrollarme con los chicos más guapos, eso era seguro. No sé cómo ni por qué, pero calculo que fue el verano del 93 cuando empecé a robarle Winston a mi madre y a fumarlos en el baño. Sí que me enrolle con algún chico, pero imagino que fue más por mi precoz desarrollo que por escupir humo. 
Pasó el tiempo, y fumar entre la gente de mi edad era de lo más común. Cuando mis padres me pillaron, ambos fumadores, no me dijeron nada, así que poco a poco el consumo fue aumentando. En alguna ocasión, sin motivación alguna, intenté dejarlo. Pero lo cierto es que si la juventud te nubla la mente, el alcohol de los fines de semana y el mono de nicotina, hacen un cóctel difícilmente superable. Siempre caía. Más años. 
El 2003 estuve casi todo el año sin fumar, casi lo tenía. La boda en noviembre no fue excusa para volver, pero yo así la usé. Mi marido fumaba, y no poco, así que no había nada que lo impidiera. Ya iba por más de un paquete al día, y tenía 23 años. 
Un domingo de hace ocho años me harté🙅. Una lucecita se me encendió en la cabeza, y cuando volví de vacaciones de verano dejé el tabaco. No diré que fue fácil, siempre cuesta, pero lo cierto es que fue de las más fáciles. Lo tenía cristalino. No tenía ganas de bajar a por tabaco, de sentir esa necesidad de tener algo en mi bolsillo, en mi mano. Parecía imposible, pero me había hartado de fumar.
Hoy es nueve de marzo de 2014. No he vuelto a fumar. Alguna calada ha caído desde entonces, pero le tengo pánico al tabaco. Sé que soy adicta, parece una palabra muy grande para hablar sólo de tabaco, pero es que es muy fácil volver. Y cuando vuelves, es terrible salir. Odio el tabaco, hay quien me llama talibán, pero han pasado ocho años sin fumar, y cuando sales de cena con los amigos, te tomas una copa, te relajas, todavía acecha la necesidad. No puedo soportar esa sensación, una especie de tentación perenne. Tengo 33 años y he pasado casi la mitad de mi vida fumando. Ahora me tendré que pasar el resto de mis días luchando por no volver.
Y todavía hay quien cree que siendo fumador se es más feliz.

19/7/13

Todo lo que hago lo hago por ti



Hace ya cuatro años que soy madre. Esta es la aventura más increíble que creo que viviré en mi vida. Me río yo de Indiana Jones, querría ver como se las apaña con dos enanos llorando porque uno quiere leer Dora y la otra quiere un libro de alimentos de la huerta, a ver como lo solucionaba, por mucho látigo y sombrero que lleve.

Cuando me quedé embarazada de Eduardo, recuerdo que todas mis amistades estaban o habían estado recientemente embarazadas. Cada uno tenia su libro de cama, la biblia del bebé, que les iba a hacer la vida más fácil y a su bebé más feliz. Ante tanto barullo de ideas, radicalmente opuestas unas de otras, me dije a mi misma: "paso, yo no me leo nada, haré lo que me parezca en cada momento...". Al final las dudas me asaltaron como a todos los demás y me leí más libros sobre la crianza de los que puedo recordar ahora mismo. Of course.
Quizá haya sido eso uno de los detonantes, pero yo con mis hijos me lo planteo todo. No doy nada por supuesto, no me parece lo correcto, yo no poseo la verdad absoluta y tú tampoco. Eso debería hacer que antes de darle un cachete a un niño, o nos empeñemos en que coman un determinado alimento, o que jueguen a determinado juego, nos planteáramos si realmente es tan importante. Además, ¿cómo queremos que un niño coma fruta, si la mayoría de nosotros ni la probamos? El ejemplo que damos a nuestros hijos es la base de la educación, ¿queremos un niñ@ que pegue a sus compis del cole porque no hacen lo que él o ella quiere? ¿Queremos niños y niñas impacientes que se estresan y patalean cuando no obtienen lo que quieren en ese mismo momento? 
Yo creo que queremos niños pacientes, tranquilos, y en definitivamente felices. Pues venga, ¡¡¡¡por lo menos habrá que parecerlo!!!!
Desde que soy madre, soy mejor persona, intento calmar mis nervios, hacer más deporte y comer mejor. He vuelto a leer, hacía muchísimo tiempo que no tocaba un libro, estoy aprendiendo inglés y, lo más importante, soy más feliz, relativizo las cosas y soy más tolerante. 
Hay gente que se asusta con la paternidad, dicen que les va a cambiar la vida, y así es, pero ¡para mejor!


Suerte con vuestros hijos, que yo he tenido un montón :-)